Vivimos deprisa. La prisa es un nuevo mantra. Es un estado. La paciencia en la actualidad tiene mala prensa, en particular si se nos demanda desde ámbitos en los que es exigible una mayor implicación y compromiso.
Los ejecutivos que piden paciencia son aquellos a quienes no les va bien. Los agresivos siempre van con prisas.
En estos tiempos de cambio incesante en los que se exigen esfuerzos continuos de adaptación, ejercer o pedir la paciencia parece un contrasentido. Los casos de éxito empresarial, las farmacias que van bien o hacen cosas sorprendentes o simplemente diferentes, que se nos exponen como ejemplo, son casos de éxito en el corto plazo y en ambientes de gran incertidumbre, de actuaciones arriesgadas y sobre todo rápidas. Son casos generalmente extremos y que deslumbran más que orientan. La realidad no es así. Esos ejemplos son la excepción y por eso acumulan comentarios en los medios de discusión sectoriales. No conseguir el éxito en tiempos tan cortos puede desincentivarnos al transmitir la imposibilidad del logro. Somos conscientes de que crear marca, consolidar tu negocio, cambiar el rumbo, fidelizar clientes, cambiar actitudes de servicio, etc., lleva tiempo. La inercia de años no se vence de inmediato. La farmacia que nos explican en las charlas no es la farmacia actual. Aprender de los que han pasado por turbulencias es necesario pero no suficiente. Experimentar requiere tiempo. Y el tiempo hoy es un gran lujo.
No sugiero que te pares, que no establezcas objetivos y plazos de tiempo. De hecho, el tiempo y su consciencia es una de las claves de toda planificación. Pero la prisa no. Incluso la urgencia requiere de tiempo o lo más probable es que se hagan las cosas mal o que si salen sea por casualidad. Buscar la causalidad nos permitirá aprender y sobre todo reaccionar. Pero el tiempo necesario lo es. Presionar por presionar sólo consigue frustraciones.
La urgencia y la paciencia necesitan de un justo equilibrio que no es sencillo. Hay muchos más ejemplos de iniciativas fracasadas por una excesiva anticipación e impaciencia, que de éxito trabajando rápida y aceleradamente. La gente que decide necesita tiempo y aunque es verdad que el mercado no espera, hay que buscar el equilibrio antes mencionado. Lo normal es que la urgencia excesiva esté más en la cabeza del farmacéutico que en la velocidad del cambio, pues como he comentado en anteriores artículos de este mismo blog, el mercado presenta una inercia al cambio, una resistencia al mismo, que es lo que nos permite adaptarnos, lo que nos da el tiempo necesario.
La paciencia que predico en este artículo, no debe confundirse con una actitud pasiva a la espera de la llegada de resultados. La paciencia tiene más que ver con mantenerse activo y atento, con no desilusionarse, con intentarlo una y otra vez hasta alcanzar nuestros objetivos, con pensar las cosas. Es perseverancia como carácter, que no perseverancia en el error de hacer las mismas cosas y esperar resultados distintos.
El éxito requiere actuar con firmeza y rapidez. Pero no ser un pollo sin cabeza. Correr sin saber hacia dónde o correr por correr no lleva a ninguna parte. Establecer un objetivo y esforzarse en lograrlo lo antes posible. Pero siendo conscientes de que llegar a él lleva su tiempo. La paciencia te ayuda a recomenzar cada día y a darle a tu esfuerzo el ritmo adecuado y la dirección correcta.
Ser paciente te será especialmente de utilidad en esos días en los que nada parece salir y el objetivo se muestra inalcanzable. Sobre todo cuando parece que son los demás los que corren mucho más que nosotros y que por mucho que hagamos siempre van por delante. Esos días en que:
- Los clientes no aparecen ni en la cantidad ni al ritmo que esperábamos cuando abrimos la farmacia y sobre todo en los casos en que mantenerla abierta te cuesta dinero.
- Cuando tus colaboradores (empleados, proveedores, etc.), tardan más en aprender de lo que esperabas. O cuando te da la impresión de que van a un ritmo que no es el que tú desearías y además crees saber que pueden ir más rápido.
- Cuando tus colaboradores, en todo o en parte, y todos o parte, se resisten a ese cambio que sabes inaplazable.
- Cuando nadie parece compartir esas decisiones que tu consideras evidentes.
- Cuando tus competidores sí que parece que avanzan más rápido.
- Cuando pienses que estás fuera de lugar, de tiempo o de ambas cosas.
- Cuando te sientes sólo en tu posición. Cuando empiezas a dudar sobre qué hacer y con quien.
Es en los momentos de dificultad cuando se mide la valía de quien los afronta y sólo la paciencia y la perseverancia te salvan de los deseos de abandonar y dejar que otro tire del carro. Si estás convencido de que te mueves en la dirección correcta llegarás a tu destino, aunque te cueste más de lo previsto y sabiendo que tardarás más lo que deseas.
Paciencia y perseverancia, visión y objetivos, sin detenerte, sin pausa, sin perder la esperanza, sin rendirte. Llegarás. Incluso antes.