Tenemos la obligación de pilotar la nave de nuestra empresa, de nuestro destino. Tomar decisiones ante un mar agitado de cambios en el que estamos navegando es tarea ingrata y difícil. Por eso mismo no lo hacemos. Estamos tan seguros de que las cosas no van a continuar siendo como lo son actualmente que pensamos que planificar va a ser una pérdida de tiempo y por tanto no lo hacemos.
Sin embargo, la planificación es esencial para poder encontrar la senda del éxito.
Pensemos en una farmacia, una pequeña empresa con una facturación aceptable, con una estructura de personal escasa y con un gerente propietario con escasa formación empresarial.
Si pedimos objetivos difíciles que se antojen inalcanzables no vamos a motivar a hacer nada. Si no fijamos objetivos vamos a seguir perdiendo mercados, ventas y beneficios.
¿Qué hacemos?
Yo propongo buscar acciones realizables que nos permitan tener pequeños éxitos mensurables que nos motiven a metas mayores.
Establecer un cuadro de mando. Dividir los productos por categorías. Establecer un pequeño plan de ventas orientado a grupos concretos de clientes. Realizar, controlar y evaluar los resultados de pequeñas acciones promocionales. Establecer un plan de incentivos para el personal basado en objetivos alcanzables y en los que se comparta el éxito.
Investigar las posibilidades que ofrece la distribución para hacer cosas conjuntamente.
Analizar donde estamos y hacia donde queremos estar y poner los medios para hacerlo. No planificar a largo plazo. Poner objetivos mensuales, quincenales o trimestrales en el mayor de los plazos.
Analizar a los clientes y ver si nuestra oferta de productos o servicios es congruente con la situación de los mismos y con sus demandas actuales.
Hacer cosas nuevas. Atreverse. Buscar socios de esfuerzo o de capital o de ideas.
Buscar en las nuevas tecnologías herramientas para mejorar. Formarse.
En definitiva actuar.