Lo normal es que tener más actividades que hacer que tiempo para llevarlas a cabo, y más oportunidades por aprovechar que gente capaz de abordarlas. Y además está todo lo inesperado que nos sucede.
Eres responsable de elegir que hacer y cuando. Y la impresión es que las decisiones responden a circunstancias del entorno. La presión te obliga y esto te hace renunciar a hacer lo que tenías que hacer. Para más Inri, lo que se pospone se abandona. Con el paso del tiempo las oportunidades dejan de serlo.
Esta sucesión de hechos, entorno que presiona y abandono de tareas importantes por urgentes, hace que vivamos y decidamos demasiado condicionados con los hechos pasados y muy poco orientados a futuro. La crisis pasa a ser determinante, el impago actual, la obsesión y lo relevante, el futuro de la profesión, de la farmacia, pasa a ser una de las tonterías para las que no queda tiempo. Es necesario tener la valentía y la inteligencia para optar por lo importante, sin dejarse llevar por lo acuciante. Hay que apagar el fuego pero hay que pensar en cómo evitar que haya nuevos incendios y lo que es más difícil, en cómo quedará todo después del incendio y en cómo viviremos y triunfaremos en ese escenario. Elegir y crear tu propio plan pasa por centrarse en las oportunidades más que en los problemas.
Hace falta creatividad para ver lo que otros no ven y serenidad para adecuarnos a las oportunidades que aparecen en todo rio revuelto.
Por otro lado, hay que actuar, hacer lo que haya que hacer, lo mejor posible y ya.
Esto exige disciplina y hay que trasladar esté ánimo a los colaboradores. Eso si, dando ejemplo.
Mantenerse activo, formado, cuidando contactos, clientes, amigos y colaboradores.
Transmite confianza y tu entorno te lo agradecerá.