Qué y qué no hacer.
Cada día lo afrontamos con más o menos ganas y con mayor o menor hastío. La rutina nos acaba por hacer improductivos.
Dicho esto podemos distinguir las actividades de cada día en al menos en dos grupos:
- Aquellas actividades que hacemos con más o menos gusto, que no tienen una especial dificultad, ni tampoco molestan a nadie. Aquellas que hacemos de modo automático y que no son muy exigentes, al menos en inteligencia. Al hacerlas incluso pensamos que somos muy productivos.
- Luego están las que requieren mayor esfuerzo, que exigen pensar, que exigen interactuar con otros, levantarte y adentrarte en el territorio de otros, empleados, clientes, proveedores, etc. Estas son las actividades para las que siempre encuentras razones para posponerlas.
Las primeras no te hacen especialmente productivo ni valioso. Cualquiera podría sustituirte. Y a bajo precio. Podrías pasarte el día contestando correos y no haber trabajado verdaderamente en aquello que debías. Pero no es lo que se espera de ti.
Hacer lo que es más importante y definitivo para tu desarrollo personal y profesional, es la tarea del manager, del director, del propietario, del emprendedor. Requerirá esfuerzo extra, pero lo contrario está abocado a la mediocridad y al fracaso. Y si necesitas a alguien que te aconseje, te oriente y te ayude, ya tardas en buscarlo.