La farmacia del siglo XXI ya no es una farmacia enfocada a vender producto y mucho menos a elaborar producto para su venta. Es una farmacia asistencial y sanitaria en un modelo que democratiza e iguala el acceso al medicamento y sobre todo al consejo sanitario vinculado al mismo.
Un farmacéutico de hoy es la primera línea de información sanitaria para la población y es el profesional cualificado más asequible que se encuentra un ciudadano que necesita consejo para mejorar su salud, su esperanza de vida y sus hábitos higiénico - sanitarios.
Y, en este ámbito, ¿somos o no competentes para dar esos consejos que se nos demandan?
La competencia personal puede describirse como la capacidad para comprender, actuar y destacar en un ámbito determinado. La carrera de farmacia es una carrera larga y dura que nos capacita para entender y por tanto actuar sobre todo el mundo y características de los medicamentos y su relación con las personas. Estudiar farmacología en todas sus vertientes, incluyendo Farmacodinamia, Farmacognosia, farmacocinética así como el resto de materias complementarias que se estudian en la carrera nos cualifica, nos hace competentes en el mundo del medicamento. Te consideras competente cuando te encuentras preparado para hacer frente a los retos y oportunidades con que te puedas encontrar en tu quehacer profesional.
Sin embargo, y a día de hoy, el mayor reto al que nos enfrentamos en cualquier área de la vida es el ritmo del cambio al que estamos sometidos y al que el mundo profesional no es ajeno. Debemos aprender más y más rápido aunque sólo sea para lograr mantenernos a flote. Y además debemos actualizar nuestros conocimientos para no quedarnos anclado en lo que nos enseñaron cuando estudiábamos y que sin duda ha cambiado.
Mantener o mejorar el nivel de competencia acabará dirigiendo el ámbito de nuestra atención. Cuando no te sientes competente tiendes a evadirte de tus responsabilidades y no puedes prestar atención a los problemas y conflictos o a los retos y oportunidades puesto que no crees que puedas llevarlos a cabo. Por el contrario, cuando te sientes capacitado y confías en que puedes operar satisfactoriamente en un ámbito determinado estás dispuesto asumir tareas más complejas. Esto conduce a un mayor aprendizaje y mejores resultados.
Si te consideras incapaz, te centrarás en las tareas sencillas y rápidamente te acomodarás.
Sintiéndote competente trabajarás tú y tu entorno con mayor entusiasmo y sobre todo con mayor respeto (la autoridad que da el conocimiento y que se percibe). Cuando uno se siente competente no tiene problemas en admitir sus carencias y por tanto buscará solucionarlas de la mejor manera posible. La competencia adquirida y sobre todo el mantenimiento de la misma te permitirá analizar y comprender los errores que son la fuente de aprendizaje.
La ignorancia es lo que provoca el atrevimiento a hacer cosas para lo que no se está preparado y que a buen seguro darán problemas y errores.
Una persona competente podrá liderar y será seguida en su farmacia por quienes así lo perciban. Una persona incompetente desmotivará a todo su equipo. El mundo en que nos movemos reclama que te exijas un aprendizaje continuado y adquirir más valor.
¿Tienes claro un plan de formación continuada que te permita seguir al día en tus conocimientos? Y de aquello para lo que no te formaron en tu plan de estudios, ¿tienes claras las competencias que debes desarrollar sin demora?