En artículos anteriores hemos tratado varias veces los aspectos relacionados con la gestión del riesgo y de la incertidumbre. La comodidad, el confort de permanecer en el estado que conocemos nos impide o dificulta el adaptarnos a los cambios que inexorablemente están sucediendo.
Cambios en la legislación que nos afectan a los farmacéuticos y que es verdad que siempre suceden más lentamente y con menor impacto a corto plazo que lo que parecen sugerir, desaparición de mercados (o de la protección de los mismos), desastres ambientales, ataques terroristas o catástrofes en el entorno laboral o familiar, suceden en nuestro entorno y nos condicionan nuestra actividad. Es nuestro deber, como farmacéuticos, anticipar y descubrir lo que se esconde en el futuro después de que hayamos visto los cambios y lidiando con la incertidumbre de la magnitud de lo que nos vayan a afectar.
Las instituciones que agrupan intereses de las farmacias, colegios, patronales, consejo superior, sindicatos, distribución e industria pueden ver con mayor celeridad por la estructura que poseen los riesgos y amenazas y así anticipar medidas que palien o mejoren sobre todo los cambios legislativos y burocráticos ayudando a minimizar los efectos.
La responsabilidad del farmacéutico titular de la farmacia como gerente de la empresa es el análisis y puesta en marcha de decisiones que supongan grandes cambios en función de lo que piense que va a llegar.
Los cambios que nos vienen sugeridos desde las instituciones asociativas son fácilmente copiados e implementados por todos, cada uno a su velocidad y posibilidades y por tanto nunca serán ventajas competitivas al menos no por mucho tiempo.
Las que corresponden a la visión del titular, si que pueden serlo durante mucho más tiempo (al final todo se copia), pero también comportan más riesgos. Si fallamos, seremos ampliamente criticados por el sector y si acertamos también y además copiados, pero a un ritmo que nos dejará margen para aprovechar la ventaja que hayamos descubierto.
Si los clientes perciben que somos precursores y líderes en alguna de las diferencias que hayamos osado introducir en este sector tan regulado, nos permitirán una fidelización y un crecimiento que sobrepase la zona geográfica que separa una farmacia de otra o de un centro de salud. El convertirse en singular en un mundo tan consolidado y maduro tiene su riesgo pero tiene su premio.
La mejor manera de preservar el valor de la farmacia pasa más que por hacer (que también) lo que suponga una adaptación sectorial a los cambios legislativos como descubrir nuevo valor en las oportunidades que acompañan a la incertidumbre y esta actitud se posee o no, pero hay que cultivarla y no sólo en nosotros sino también en quienes nos rodean ya sean operarios de la farmacia, clientes o proveedores. Aprender a observar y a escuchar activamente es una actitud en sí misma y hay que aprenderla cuanto antes.
La flexibilidad en la toma de decisiones, la evaluación rápida de costes y oportunidades, la creación de modelos de control que detecten rápidos crecimientos o desplomes de ingresos por áreas, familias de productos o servicios y la velocidad de respuesta son factores críticos de supervivencia en este mundo cada más hostil y peligroso.
El hacer cosas nuevas y sobre todo el tener éxito en alguna de ellas generará la confianza en tu entorno. Es mucho mejor promover la osadía, que el acomodamiento. Y la gestión del riesgo y la incertidumbre es una tarea a explorar y entrenar.
Busca el talento a tu alrededor y atráelo. Cuenta con quienes demuestren o creas que lo tienen y únete a ellos. No te importe si son personas que fracasaron en proyectos arriesgados o diferentes. Quien no fracasó es porque no hizo nada. Y eso sí que es un fracaso.